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La fresa, ejemplo histórico de la transferencia tecnológica en el país

Conocer cómo se desarrolló el cultivo de la fresa en Colombia es hacer un repaso histórico de la transición (aún incompleta) que vivió el campo colombiano a mediados del siglo XX, así como entender que los retos de hace sesenta años siguen vigentes hoy.*

Bogotá D.C., 10 de septiembre de 2020 (ONGPD – Secretaría General). La vereda Saucío, en Chocontá (Cundinamarca), hace 60 años fue un laboratorio social que dejó como herencia al país las juntas de acción comunal, el avance en técnicas agrarias y la fresa; sí, esta típica fruta de la sabana de Bogotá es un manjar relativamente reciente en nuestras mesas.

Cartilla que trajo Orlando Fals Borda de la Universidad de Minnesota sobre la fresa. Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.

Durante esas seis décadas, también ha estado abierta la pregunta sobre quién fue la primera persona que trajo las semillas al país. Para el sociólogo Normando José Suárez Fernández, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, no hay duda: fue el maestro Orlando Fals Borda.

Para algunos pobladores de Saucío la respuesta no es tan contundente: quizás el profesor Fals o tal vez la familia croata Frezik, que llegó a Chocontá en la misma época en la que el destacado sociólogo realizaba su trabajo con esta comunidad rural, en los años cincuenta.

Luvin Hernando Camargo Umbarila, oriundo del municipio y quien elaboró su tesis de maestría sobre el legado que dejó Fals en Saucío, asegura que los descendientes de los Frezik defienden que fue el patriarca, Ignasio Frezik Rozman, un refugiado de la Segunda Guerra Mundial, quien plantó los primeros ejemplares.

Sus pruebas: un negocio de larga tradición en la zona, donde la especialidad son diversos postres de fresa, y fotos antiguas donde se observa a los croatas con sus cultivos. “Cuando le pregunté a la señora Katarina Frezik, hija de Ignasio, sobre si su padre conoció a Fals Borda, manifestó que no, y aseguró, enfática, que las primeras semillas de fresa las trajo al país su familia”, cuenta Camargo.

 

El sociólogo Fals Borda apoyó el desarrollo comunitario de la vereda Saucío, en Chocontá (Cundinamarca). Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia.

Por su parte, el profesor Suárez asegura que la historia más conocida es la que el mismo Fals Borda relató en varias ocasiones. “Cuando regresó de sus estudios como becario en la Universidad de Minnesota, en Estados Unidos, trajo camufladas las semillas entre sus medias para evitar los controles fitosanitarios en el Aeropuerto”. Luvin recuerda que Fals contó la misma anécdota en Tunja, con una pequeña variación: “nos narró que las había escondido en la solapa de su saco”.

Independiente de quién trajo las semillas, tanto los Frezik como el sociólogo barranquillero tienen el mérito de fomentar un producto no endémico, que se adaptó bien al clima frío de la sabana y le dio un carácter propio a Chocontá.

El legado académico y social

Pero más que especulaciones y comentarios, lo cierto, indica el profesor Suárez, es que existe un extenso soporte documental, disponible para consulta en el fondo Orlando Fals Borda, custodiado en el Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, donde queda claro que la introducción de la fresa respondió a una propuesta de cambio social a través de la transferencia de tecnología.

En el caso del profesor Orlando, la fresa fue solo uno entre muchos proyectos en los que se involucró, con el objetivo de desarrollar las capacidades de los pobladores para su desarrollo autónomo, lo que derivó en uno de sus legados más conocidos: la Investigación Acción Participativa.

 

Orlando Fals Borda. Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.

“En el marco de ese proceso, Fals plantea estrategias para que el campesino, a partir de sus potencialidades, transforme su economía; por eso, la fresa no fue al azar, sino parte de un proyecto integral de cambio institucional, de la mano de otras acciones como la organización comunal y la educación de los pobladores; un resultado fue la construcción de la escuela de Saucío, que aún funciona”, manifiesta el profesor Suárez.

Luvin Hernando Camargo sostiene que el recuerdo de Fals Borda está presente en la vereda y sus alrededores en muchos otros aspectos; por ejemplo, en los relatos de su abuelo materno, Marcos Umbarila, quien trabajó con el afamado sociólogo durante la construcción de la represa del Sisga.

Camargo relata que cuando leyó Campesinos de los Andes (1961) encontró muchas de las historias que le había contado su abuelo, como detalles de la construcción de la represa, los nombres de las personas que trabajaron con ellos, la forma como era la región a mediados del siglo pasado y cómo Chocontá se convirtió, paulatinamente, en la capital colombiana de la fresa.

“Encontrar esa relación entre las anécdotas de mi abuelo y los escritos académicos de Fals Borda, donde incluso cita el apellido materno de mi familia, tocó mis fibras e hizo interesarme bastante por la vida y obra del profesor Orlando”, rememora Luvin.

En la actualidad, Campesinos de los Andes es considerada la primera obra sociológica que se interna en la situación de la población rural cundiboyacense, donde el autor integra datos cualitativos y cuantitativos que recrean las costumbres, pensamientos, dificultades y retos de los campesinos. Además, permitió contar con una visión diferente de la ruralidad, en la que se muestra a sujetos activos, dispuestos a combinar sus tradiciones con los nuevos avances.

En el libro hay descripciones sobre cómo se relacionaba el campesino con su tierra y sus herramientas, así como la realidad que vivía en el momento; por ejemplo, en 1956 mientras en el resto del mundo era común el uso de la guadaña para cegar cultivos, en los Andes colombianos aún se utilizaba la hoz, utensilio antiguo menos eficiente, traído de España.

Orlando Fals Borda con habitantes de la vereda Saucío. Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.

Según detalla el profesor Fals en el libro, en los años veinte se intentó introducir la guadaña en el país, pero “una mezcla de actitud religiosa y miopía económica traída por los españoles” hizo ver la hoz como más digna para las faenas del campo, puesto que la tradición decía que con la guadaña las espigas caían al suelo “de forma inmisericorde”, mientras que con la hoz estás podían ser recolectadas en la mano del hombre “como lo merecía una dádiva de Dios”.

En los cincuenta, cuando los jóvenes comenzaron a abandonar el campo y la mano de obra escaseaba, la introducción de la guadaña por parte del profesor Fals tuvo una segunda oportunidad, lo que ayudó a dinamizar la productividad local.

En la memoria

“Esta clase de aportes de Fals no siempre se reconocen; el no solo ayudó a implantar cultivos como el de la fresa, llevar nuevas técnicas o hacer descripciones naturales y sociológicas, sino que le hizo entender a la gente que su trabajo en el campo es importante para el desarrollo”, explica el profesor Normando Suárez.

Hace 12 años, el ocho de julio de 2018, Orlando Fals Borda estuvo por última vez en la escuela de Saucío con motivo de los cincuenta años de las Juntas de Acción Comunal. Ese día, les recordó a los presentes: “la unión hace la fuerza para defenderse de las amenazas de la violencia, del monopolio de la tierra y para contener la destrucción del campesinado”.

Luvin Hernando pudo escuchar maravillado este último discurso público del sociólogo. “Recuerdo que al final dijo: ahora puedo morir en paz”. En efecto, dos meses después, un 12 de agosto, falleció, dejándole una tarea pendiente a la sociedad colombiana: reposicionar al campo y a los campesinos como prioridades para el progreso efectivo del país. La vereda Saucío y la fresa, con sus altibajos, son ejemplo de lo que se puede lograr.